#9
Tener – entre el hábito y el habitar
«Hábito» y «habitar», aunque
suenen tan cercanas en la sonoridad, casi no parecen compartir mucha similitud semántica,
quizás eso estribe por su distancia temporal.
«Hábito» proviene de habitus, participio pasivo del verbo habere (tener, sujetar, tener una habilidad), algo símil a “tenido” o “sujetado” (¿en las manos?), y
también lo que uno tiene puesto (sobre el cuerpo), la vestimenta – luego el hábito monacal. Luego también la
habilidad, habilis,
lo que uno puede tener (es decir, lo que
uno puede cargar, lo que es capaz de soportar). El homo habilis, por ej.,
fue un homínido (“hombre hábil”) que no solo tenía la habilidad de hacer
herramientas, pero también el hábito de hacerlas. Lo que hoy sabemos que no es para
nada una característica habitada apenas por ellos, sino que asimismo por otros
homínidos (anteriores y de linajes distintos) y, además, otros animales – como los
cuervos.
Pero…
¿Cómo? ¿Habitar? Pues sí, mientras «hábito» viene del participio (pasivo) de habere, «habitar» deriva de su frecuentativo.
Así, «hábito» es una partición de la acción en el presente – algo que deriva de
ella y sigue ahí, ahora (empero no requiere continuidad) – y «habitar» es la acción
que se repite reiteradamente, es decir, es tener con frecuencia, tener algo…
habitualmente. De ahí, si tienes algo, un lugar físico, un objeto o algo
inmaterial, temporariamente como mucho estás de visita, lo tomas prestado o te
ha tocado la suerte, sin embargo, si lo frecuentas a menudo o siempre, si lo
tienes a mano cuando lo quieras sin necesidad de permiso o inspiración, es porque
lo habitas, es porque ese algo no es solo un hábito – una parte del tener en el
presente – sino que un hábitat, una morada, un lugar o algo donde puedes
demorarte – ser y estar sin prisa… Lo que los distingue, me parece, es que son
el tener en temporalidades distintas, instante presente particionado y
continuidad frecuentativa.
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